Están los días en que a casa llego
y quieta, frente al pálido postigo
surge la sombra como un fiel testigo.
La sombra del que soy y seré luego.
Están las noches del febril sosiego,
la muerta cama , el dolor amigo
y otra vez la sombra, y el castigo
de odiarla y protegerla, como a un ciego.
Está la sombra vana, agazapada.
Sin ojos, sin luz y sin garganta;
pero a pesar de todo está y me canta.
Es mi viuda y lo sabe, y tiene tiempo.
Seguirá proyectándose en el suelo
cuando yo sea nada más que un duelo.
muy hermoso pero muy umbrio
ResponderEliminareste soneto tuyo, cada día es más hermoso
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