jueves, 25 de agosto de 2011

Muerde la espalda



Muerde la espalda
el látigo de los domingos por la tarde,
mientras  el sol sucumbe,
se interrumpe
tropezando con los edificios lejanos.

Muerde la espalda
el látigo de los lunes por la mañana
cuando tenés que hacerle frente a la araña,
al cerdo,
sin más armas que tus años oxidados.
Rechinan,
se desahogan.

Muerde la espalda
el látigo fatigado por el candor,
porque todavía creés.
Fatigado por la malicia, la picardía,
porque ya sabés que no.

Muerde la espalda
el látigo
como un bisturí que abre tus costados
y te coloca una granada en el alma.

Sólo el látigo.
Sólo espalda.

domingo, 14 de agosto de 2011

Todo el día he perdido



Todo el día he perdido
Buscando mis ojos
Y ahí estaban
Frente a mí
Escrutándome
Como guardias de un campo de concentración.

El día entero
He buscado mis manos
Y no aparecían
Quizá las había dejado entre los libros
O disimuladas entre las manos de ella.
Las encontré temblando
Débiles
Esperando quizá
Una orden mía para transformarse en puños.

He caminado hasta el agotamiento
Inquiriendo a desconocidos
Por mis piernas
Entré en casas de ortopedia
En pegajosos baños de restaurantes
Subí a colectivos atestados
De repente levanté la vista
Las descubrí
Espiándome.

Interrogué por mi rostro.
Nadie lo había visto.
Recorrí vidrieras
Subterráneos
Espejos.
Nadie había reparado en él.

El día entero me he buscado
Me he indagado como un policía
Pregunté a vecinos
Di vueltas por el barrio
Desempolvé cementerios.

Ya no estoy.
He desaparecido.