jueves, 25 de agosto de 2011

Muerde la espalda



Muerde la espalda
el látigo de los domingos por la tarde,
mientras  el sol sucumbe,
se interrumpe
tropezando con los edificios lejanos.

Muerde la espalda
el látigo de los lunes por la mañana
cuando tenés que hacerle frente a la araña,
al cerdo,
sin más armas que tus años oxidados.
Rechinan,
se desahogan.

Muerde la espalda
el látigo fatigado por el candor,
porque todavía creés.
Fatigado por la malicia, la picardía,
porque ya sabés que no.

Muerde la espalda
el látigo
como un bisturí que abre tus costados
y te coloca una granada en el alma.

Sólo el látigo.
Sólo espalda.

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