jueves, 8 de septiembre de 2011

Un preso


Un preso.
Condenado a latidos perpetuos,
El corazón mío.

Setenta y dos años
Sin ver la luz del día
Ni la luz de la noche
Eternamente allí
En el túnel de la oscuridad más oscura
Meta sístole
Meta diástole en el interior de la caverna
No pregunta
No se mete en mi vida
No cierra por vacaciones
No coloca el cartelito me fui a almorzar
No llora.

Y mirá que lo he traicionado, eh.
Le he mentido
Lo he decepcionado
Lo he humillado.
Felonía tras felonía.
Y se obstina en seguir
Meta sístole, meta diástole
Una tras otra,
Pertinaz.
Se ciega por hacerme vivir
Mientras me va matando.

Peón que no exige aumentos
No hace paros ni piquetes
No escribe pancartas
Pidiendo justicia
U otras cosas extravagantes.

No se enamora
No se vuelve serio o alegre como el amo
No se arrepiente
No hace planes para el futuro
No espera la soldada para correr a comprar comida
Ni piensa en el sexo mientras hace su labor,
En silencio.
En el silencio más negro.

Pero es libre.
De buen corazón.
Si se lo pusieran a algún desconocido
Habría continuado latiendo,
Desinteresadamente.

Tiene dueño
Pero no lo tiene.
No le importa para quién trabaja
Y no está afiliado a partido alguno.

Late porque tiene que latir
Así como yo escribo porque tengo que escribir
Y el otro mata porque tiene que matar.

Ni siquiera sabe que lo envidio,
El pobre.


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