sábado, 2 de octubre de 2010

Yeguas de la noche

De vez en cuando
algún pálido hospital
me sonríe
con su boca desdentada: 
la sala de urología.

Me mira
me palpa como candidato 
y debo quitarme la ropa
frente a impías enfermeras.

Sillas de ruedas,
alaridos de parturientas.
Todo arrincona y ensordece.

Desde allí,
desde el fondo del corredor,
viene atropellando el sonido de la sangre.

Me atraganto con  gasas descartadas
y oscuras jeringas revolotean sobre la cabeza.

Doctor,
sufro pesadillas en el desvelo.

Por favor le pido,
haga que iluminen la morgue.

Por favor le pido,
que la pinten de colores vivos.

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