domingo, 12 de septiembre de 2010

Como quien hace oler al perro...

Es posible
que de tanto escribir con los bolsillos rotos,
la voz pudo haberse derramado.

Es posible también
que la olvidase
en algún despintado banco de plaza.
La voz, el diario, una mujer, un paraguas.

Como quien hacer oler al perro
una prenda del extraviado,
me incliné al corazón
y agité una secreta palabra en su oído.
En el oído del corazón.

"Ahora corré
y buscá y traé y devolveme la voz"
 - le dije -.

Pero el corazón no se movió.

"No puedo devolverte
lo que ya no es nuestro
 - respondió -
sino de nuestros muertos".

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